Estoy segura de que hay conductas en cada uno de nosotros que no desaparecen nunca más. Esta afirmación me cae bien. Pero también me cae mal. Charlando con una de mis cómplices de la vida, desasnando el fluir de nuestras existencias, quedó esta oración latente.
Hablo de las conductas que nacen con nosotros o aquellas que, desde muy pequeños, construimos en defensa de algo o alguien. Conductas que están inmantadas en nuestro ser. Entiendo que es necesario analizarlas y para mi fue maravilloso construir muchos pero muchos momentos terapeúticos y, claro, que modifiqué pero, por sobre todo las cosas, entendí.
Mi estilo es –básicamente- uno mental, uno que necesita entender el origen, el recorrido y el final de las cosas. Quizás un estilo controlador. Lo que quiero decir es que entender mis mecanismos fue y es genial.
Hace unos años creía que al comprenderlos se iban a desactivar. La mala noticia es que no. Esta es la seguridad que hoy me traigo. Creo que no se desactivan nunca. Puede ocurrir que con el trabajo, el ejercicio y el entrenamiento sucedan cada menos tiempo, que sean menos repetitivos pero siempre están ahí, vivos, en guardia, atentos a nuestra desatención.
Me cae mal porque verme cayendo en situaciones repetidas una y otra vez , aunque sea cada menos tiempo, es –minimamente-desesperanzador. Y me cae bien porque creo que me permite soltar, relajarme, aflojar. No hablo de resignación sino de (aunque suene cursi) aceptación. Claro que siempre voy a seguir trabajando sobre mis excesos e impulsos pero probablemente desde otro lugar. Desde uno más verde, más libre, más permisivo.
Pienso en algunas personas sabias que conozco, de 50 o 60 años y las reconozco tan arraigados a placeres básicos, tan simples y primarios, felices de respirar aire, tomar sol, abrazar a sus nietos. Y, ahora que pienso, muchas veces los descubrí riéndose de mí (sin malicia). Riéndose de mi inocencia quizás. Es que me veían ávida por entender , pensando que al lograrlo mataría eso que tanto me incomodaba. Nunca me dieron pistas e, implícitamente, siempre me dejaron claro que todas las experiencias son intransferibles y que yo debía adquirir mis propias conclusiones; solita.
Mi conclusión hoy es ésta. Y en el fondo me tranquiliza y lo encantador es que aparece un nuevo anhelo. Hacer y Fluir... Y obvio que después aparece una ilusión más grande (no sería yo si no sucediera y lo dijera): ojalá me pueda convertir en una viejita sana, sabia y disfrutona.
Quebranto emocional
Hace 10 horas