jueves, 30 de julio de 2009

La transición me cae mal

Y aunque odie decirlo estoy en ese maldito período en el que nada es definido, en el no hay constancia, en el que un día estoy muy bien y al día siguiente repto por el asfalto. Ni hablar de la meseta del peso. Tengo dos opciones:

1) Comerme todo y reinstalar un sistema caduco y una forma de actuar que pertenecen al pasado, pero que al mismo tiempo son muy conocidos. Puedo lograrlo tocando un simple botón rojo.
2) Bancarme el período de transición con la paciencia de los japoneses (que para algo me tiene que servir tanta literatura oriental!) y hacer algunos movimientos no muy bruscos.

Ojo que parece una obviedad ir por la segunda opción pero no es tan fácil. La primera es nociva pero es la que me acerca a la seguridad. Sé moverme en el mundo con ese sistema y entonces puedo disimular. Volvería a estar gorda pero convincente nuevamente .
En cambio, la opción dos es un trabajo doble. Formular cosas nuevas, capitalizar las viejas, acostumbrarme a convivir con ese nuevo sistema y mientras lo hago bancarme la vulnerabilidad, los llantos inexplicables, la falta de autoestima.

Aunque por momentos quisiera entregarme a la tentación y caer en mi ex sistema, "Yo, Csrolina, digo que No. Que si tengo que soportar la meseta LO HARÉ! Que si tengo que llorar por los rincones LO HARÉ! Que si no encuentro cómo relacionarme con los demás sin mis corazas de hiper seguridad LO HARÉ! Mientras tanto y para soportar este estado espantoso, tomé dos decisiones:

-la primera y más terrenal es que el sábado comienzo las clases de natación. Dos veces por semana.
-la segunda y más emocional, utilizaré el espacio bloggero para contar mi historia desde mis inicios (mis padres, la infancia, etc.). Llevará unas semanas, creo. Nunca lo hice pero creo que puede ser de mucha ayuda mientras me banque el estanque de la balanza y mi estado Stand By.

Igual me quedo puteando a la muy fucking transición y a todos los que me dicen "todos pasamos por ahi, es un período. Paciencia. Fuck OFF".

lunes, 27 de julio de 2009

Gero, Kafka y Yo

Cuando era chica mis fantasías no sólo tenían que ver con historias geniales. Había una parte de esas ideas que tenía que ver con los miedos. Miedo a muchas cosas. Me asustaba muy pero muy frecuentemente y por las noches sufría mucho.

Mi mamá me saludaba, apagaba la luz y yo trataba de conciliar el sueño rápido. Sabía que si no lo hacía, después sería difícil descansar. Sabía que ante el primer pensamiento fantasioso iniciaría una cadena de asociaciones terroríficas que me llevarían a una noche espantosa. Cuando sos chiquito, el miedo no es controlable; la lógica deja de existir.

Cuando experimentaba el miedo, mi cuarto oscuro tomaba una luminosidad difícil de explicar. De golpe veía mis cosas, reconocía los objetos, las sombras tomaban formas y tamaños diferentes a los reales. Cualquier ruido se convertía en estallido y el aire se tornaba espeso. Mi cerebro se inflamaba, los latidos de la sien se multiplicaban, los oídos se tapaban y la temperatura del cuerpo oscilaba en mucho frío o mucho calor. Quedaba paralizada y cuando retornaba a la conciencia elegía no pedirle ayuda a mi mamá por miedo (una vez más) a que se enoje conmigo. Entonces lo soportaba sola.

Estos miedos me acompañaron durante mucho tiempo. Los asocio al pánico que siempre le tuve al abandono, a la pérdida.

Gero, mi hijo, tiene nueve años y una sensibilidad enorme. Ayer vió unas escenas del El Señor de los Anillos y supe que tendría una de esas noches. Vino a nuestro cuarto varias veces. Lo tranquilizamos. Lo abracé muy fuerte y le sequé la transpiración. Esa transpiración me parte el corazón porque es tan cercana. Le dejamos la luz prendida del baño y tanto A. como yo estuvimos alerta. Yo porque sé de qué se trata y A. porque sabe -a través mío- que Gero sufre de verdad.

Esta mañana a la hora del desayuno, estábamos todos en la mesa y entonces charlamos:
C.: Muy mala noche, no?
Gero: (algo avergonzado) Si.
C.: Sabés, Gero a tu edad y durante mucho tiempo me pasaba lo mismo que a vos pero yo no le decía nada a mi mamá. Te quiero decir que cuando a vos te pase y necesites hablar, nos despiertes. Quizás al principio parece que estamos dormidos y molestos porque viste que no está bueno cuando te sacan del sueño; pero si vos sos muy claro y nos decís, “mamá, papá necesito hablar”, te prometo que nos vamos a despertar.
Gero: Está bien. Creo que me hace bien distraerme cuando tengo tanto miedo.
C.: Claro que hace bien. Y también hace bien tomar conciencia de que lo que pensás no es real. Vos qué pensabas ayer?
Gero: Escuchaba las puertas del ascensor y pensaba que era Gollum*. Que venía a casa.
C.: Y, Gero, si Gollum existiera y viniera. Cuál sería tu miedo?
Gero: Que me lastime o se lleve a alguno de ustedes.

Sentí que Gero miraba y reconocía a mi yo pequeño, de su misma edad sentado y acurrucado en el interior de mi pecho. Como el yo adolescente de la Señora Saeki*.
C.: Ese miedo, sin Gollum o ninguna clase de monstruo, es un miedo que todos tenemos. Los más grandes y los más chicos. Porque cuando uno quiere mucho a alguien tiene miedo de perderlo. Y entonces por eso está bueno hablar, sentirse acompañado y saber muy claramente que nos sos el único al que le pasa. De hecho le pasa a todo el mundo.
Gero: Está bien. Te prometo que siempre vamos a hablar de ésto.
C.: Si, siempre.

Hoy terminé “Kafka en la Orilla”, y entre Gero, mi yo niño y las ciento una reflexiones que este libro me dejó se me presentaron preguntas, conclusiones y encrucijadas. Y, aunque no parezca, que todo esto tenga relación con mi peso no dejo de asociarlas. Mi mirada está cambiando tanto, en tantos sentidos que por momentos quedo fuera de foco. Y creo que por un tiempo voy a tener que escribir algunas cosas que no puedo dejar de pensar desde hace días. Para comprenderlas. Para comprenderme. Quizás empiece desde el principio de mi historia.

*Gollum es un personaje de El Señor de los Anillos.
*La señora Saeki es un personaje de Kafka en la Orilla.

jueves, 23 de julio de 2009

Japonesa

Jamás tuve la curiosidad de investigar sobre la literatura japonesa moderna. Nunca. Quizás porque siempre identifiqué a lo japonés con el animé y las grandes tecnologías. Sabía que lo oriental tenía algo muy apegado a la espiritualidad, al conocimiento y aprendizaje de las experiencias y a la búsqueda del equilibrio. Pero todo eso no me llamaba la atención. Yo quería Rock & Roll. Quería adrenalina y era lo exagerado lo que me cautivaba.

El año pasado necesité encontrar nuevos escritores y caí en las manos de Murakami, Banana Yoshimoto, Kabawata. Me pasa que no puedo dejar de leerlos. Siento que las historias que cuentan son tan modernas como antiguas. Me identifico con los conflictos que plantean y estoy apasionada por ellos.

En el taller literario dicen que soy muy exagerada, que uso muchísimos adjetivos. Y tienen razón. Me cuesta desprenderme de lo latino por no decir novelero, de lo excesivamente mágico. Se me dificulta mucho contar una sola historia y guardarme ideas para otros escritos. Y pienso que no es casual que haya encontrado un nuevo amor en lo japonés. Porque quien lo haya leído, sabrá que las historias son extremas, algunas violentas, otras oscuras y muchas mágicas pero la austeridad con la que están escritas dá escozor. Porque se trata de escritores que confían en el lector, porque se dejan llevar por la historia y no por la decoración del texto, porque se nota que están seguros de lo que escriben y no necesitan mostrar más de lo que son. Son eso. Si te gusta bien y sino también.

Tanto tiempo estuve queriendo decorar los sentimientos, los pensamientos para que me quieran y para defenderme, que me olvidé de la austeridad y a veces de confiar en los otros. Mi exceso en todos los sentidos se tradujo a las palabras también. Alguien, me dijo que en el día del amigo y como ofrenda a mis cambios, debía regalarle un bozal a “la palabra”, porque ella era una de mis grandes cómplices, de mis grandes amigas pero también enemigas. Y es cierto.

Sin embargo nunca pude ponerle palabras a mi conflicto más determinante: el exceso. Pero acá, en empiezoellunes puedo, me doy el tiempo para descubrir mis nuevos formatos y descubro a los demás, y entonces confío. Y entonces pienso que es hora de ser lo que soy. Sin necesidad de demostrar nada. Es lo que Hay. Si te gusta bien y sino también.

PD y ahora que veo fue con homenaje y todo para uno de los blogs que más me divierte! Usted se lo Merece!

martes, 21 de julio de 2009

Con la "L" pegada en la frente

Subí un kilo. Hace dos meses que quiero bajar mis últimos 10. Y sólo bajé uno. Es decir el 10% de mi objetivo. Soy una perdedora. Y confirmo que mi mayor fortaleza son estos kilos de más. Y mi debilidad tomar las decisiones que tengo que tomar al respecto. Creo que sabía que ésto iba a ocurrir, así que tengo algunas opciones. Sola, no puedo. Es una obviedad.

Opción 1: Grupo de Iribarren. Estilo Ravenna pero inteligente. El grupo es bueno. Morís de hambre pero aprendés. Mucho movimiento emocional y bajás. Se desarrolla todos los días durante una quincena. Cuesta $350. Es taaaan caro. Me duele pagar eso, pero sé que vale la pena. Pero igual me duele. Y no sé si es el momento.

Opción 2: Es un lugar en el que te dan un plan de alimentación y te invitan a pasar a unas máquinas que te tocan. Parece que es buenísimo. Me lo recomendaron. Las sesiones son individuales. Hay que ir dos veces por semana a la máquina y una vez al médico. Cuesta $600 por mes. Me sigue doliendo, pero es algo nuevo.

Opción 3: Dieta Club. Estilo Cormillot. Me hartó. Es una vez por semana pero yo fui durante mucho tiempo. No averigüé pero saldrá $150 por mes. Casi está descartada porque me aburro mucho.

Opción 4: Nutricionista de cartilla. Me dan ganas de llorar.

Opción 5: Vivo en el piso 15. Salgo al balcón y directamente me tiro.

sábado, 18 de julio de 2009

Delirio en la Línea D

Antes de la mudanza me tomaba el subte en la estación Olleros y bajaba las escaleras de la derecha. Ahora tengo que esperarlo en la estación Juramento.

Ayer tuve que ir al Centro y me desperté muy temprano. A las 7,40 salí corriendo hacia el tren de los subsuelos urbanos absolutamente dormida; bajé por las escaleras de la derecha, le supliqué con la mirada al conductor que me espere y lo hizo!!! Qué buena onda, pensé! Subo y logro sentarme. Feliz, porque la mañana auguraba un buen día, me pongo los auriculares, abro un libro y quedo absorta en mí, mientras el subte arranca su recorrido.

De vez en cuando voy mirando las estaciones en las que paramos. Ocho minutos después de empezar mi viaje, levanto la mirada e increíblemente estaba otra vez en Juramento… Cierro el libro. La cabeza se me rellena de pensamientos, de signos de interrogación, de onomatopeyas, el ceño enloquece, no entiendo nada pero me gusta. Me sentía en una película, en un deja vu, en una de mis tantas historias y pensé “Guau, qué pasó… yo no estoy loca! Me lo tomé en Juramento, arrancamos y otra vez estoy en Juramento”. Creí que por fin, después de tanto delirar algo ficticio, aquello me estaba ocurriendo en la vida real. La adrenalina me subió enormemente, estaba erguida, miraba al resto de mis compañeros viajantes pero todos estaban tranquilos.

Cuando intenté ser objetiva, recién en Palermo, pensé que quizás la línea D estaba haciendo un recorrido corto y entonces le pregunté a una chica: “tenés idea si está haciendo el recorrido completo”. No sé qué cara tenía, ni qué irradiaba pero esta persona me miró con pena y me dijo “está haciendo el recorrido de siempre, hasta Catedral. Quedate tranquila”.

Quedate tranquila?????? Cómo!!!? Algo increíble me estaba ocurriendo!!!!! No pude apoyar mi espalda en el asiento nunca más. Me quedé obsevando cada instante e intentaba razonar pero sólo se me ocurrían cientos de ideas e historias fantásticas. Llegamos a Catedral, subí al asfalto, el frío me heló las orejas y probablemente el ensueño y recién allí entendí. Miré al cielo con un gesto que sólo describía un “qué pelotuda”!!!!! Y el flashback se hizo presente.

“A las 7,40 salí corriendo hacia el tren de los subsuelos urbanos absolutamente dormida, bajé por las escaleras de la derecha -PERO, A DIFERENCIA DE OLLEROS, EN JURAMENTO SON LAS DE LA IZQUIERDA LAS QUE CONDUCEN AL COCHE QUE VA A CATEDRAL. LAS DE LA DERECHA SON LAS QUE VAN A CONGRESO DE TUCUMAN-, le supliqué con la mirada al conductor que me espere y me esperó!!! -CLARO SI YA ESTABA TERMINANDO Y NO HABIA NADIE EN LA ESTACION- Qué buena onda, pensé! Subo y logro sentarme -EVIDENTEMENTE PORQUE SE ACERCABA EL FINAL DEL RECORRIDO. Feliz, porque la mañana auguraba un buen día, me pongo los auriculares, abro mi libro y quedo absorta en mí -CON LO CUAL ME PERDÍ EL DESCENSO DE TODOS LOS PASAJEROS Y EL ASCENSO DE LOS QUE ME ACOMPAÑARÍAN HASTA CATEDRAL-, mientras el subte arranca su recorrido.

Me sorprendió el tiempo que tardé en darme cuenta y la decepción que me causó. Y caí en que los carbohidratos ya están dañando mi razón. Pensé en que seriamente debo tomar una decisión acerca de retomar el grupo y dejar de drogarme con azúcar y grasas. Así que llamé y averigué tarifas. Veré cuándo empiezo. Mientras tanto, la línea "D"de delirio me recitó muerta de risa un increíble “que la inocencia te valga, Looooca”.

viernes, 10 de julio de 2009

Alejandro (no puedo llamar a este post de ningún otro modo)

Hoy caminaba por Avenida Crámer al ritmo de Lee Ritenour en mis auriculares. Casi nunca lo escucho pero tengo dos temas en mi MP4 que me trasladan a los 17 años y a la imagen de mi papá que en esa época punteaba su Fender al ritmo de esos dos tracks.

De golpe, alguien me toca el hombro y me saca del trance. Era Alejandro. Un compañero de Dieta Club con el que compartí un montón de años. Un administrador de empresas con dotes artísticas, un tipo divertido, con humor inteligente, varios kilos de más y la autoestima –siempre se lo dije- de un abejita obrera.

ALEJANDRO: Salud Carol!!
C.: Eyyyyy!!!! Pero qué gran encuentro!! Dígame cómo le va por favor?!

(Con Alejandro siempre nos hablamos de usted, usamos palabras antiguas y los abrazos son fuertes. Cuando lo recuerdo, aparecen en mi memoria sensorial sus abrazos. Me envuelven, me hacen sentir pequeñísima como ningún otro abrazo. Yo nunca puedo envolverlo, incluso cuando me estiro toooda y me pongo en puntitas de pie).

ALEJANDRO: Aquí estoy. Le diría que casi como siempre. Con trabajo a cuestas y, por supuesto, con mis kilos de más. A usted se la vé muy buena moza, Caro. Siempre lo fue pero ahora debo decir, Felicitaciones!
C.: Usted siempre tan galante. Pero nunca llego a la recta final, mi buen amigo. Ahí es donde quiero estar. Qué trabajo dá, verdad?
ALEJANDRO: Hace tanto tiempo que no la veo por la casa Cormillot.
C.: Es cierto. Es que para serle sincera encontré otros sitios acordes a mis nuevos horizontes. Además, Cormillot con tanta fama televisiva se me ha vuelto un poco lejano. Igual, créame, que sigo admirando al doctor pero me confunde. Ayer, sin ir más lejos, lo ví bailando Tap en un programa de televisión pueril. No es eso por lo menos una excusa para abandonar mi presencia en su institución?
ALEJANDRO: Comparto al cien por cien sus pensamientos. A mí me ocurre algo parecido. Además los centros ya no son lo que eran antes. No hay profesionales efectivos, idóneos. Es un gran negocio y uno pasó de ser un gordo con problemas devenido a paciente a un signo pesos, abultado encima.
C.: jajajajajajajajajajajajajajajaa… Usted me hace reir.
ALEJANDRO: y cómo va esa familia? Don Ati?
C.: Muy bien. Hemos tenido nuestros dimes y diretes en época de vacaciones pero los enfrentamos, con ayuda por supuesto. Ahora puedo decirle que estamos muy bien. Y dígame, su corazón? Late por alguien??
ALEJANDRO: Mi querida e inocente amiga. He caído en la cuenta de que el gordo está devaluado. No, así la mujer que siempre encuentra herramientas para seducir, para gustar. El gordo siempre es como un gordo, discúlpeme el atrevimiento, boludo.
C.: Usted está equivocado. Las mujeres también sufrimos con tanto éxtasis por la perfección. Y la verdad, déjeme decirle. Yo no creo que usted ande buscando a una Jésica Rabbit, sino más bien a alguien temperamental que le lea Cortázar de noche y se ría a carcajadas, tomada de su mano, viendo a Peter Capusotto. Y, mi querido Alejandro, si usted aprovechara su personalidad podría enamorar a esa mujer.
ALEJANDRO: Usted habla con desconocimiento, sin haber vivido mis experiencias. Mire qué linda cara tiene y además sabe ser mordaz.
C.: Vé? Si hasta me hace sonrojar!
ALEJANDRO: Caro, dígame sinceramente; usted se enamoraría de un gordo con 25 kilos de más pero con personalidad??
C.: (con una rapidez sincera que me sorpendió y abriendo las manos para enumerar) Usted me está cargando??? Sería bígama ocho veces si Casero, Hitchcock, BB King, Jack Black en Escuela de Rock, Wynton Marsalis, Benny Hill, Tim Burton en la actualidad y hasta Aretha Franklin me dieran este poquito de bola?!!!!!

La luz de los ojos de Alejandro cambió. Me dió un abrazo otra vez. Me dijo con una sonrisa pícara “gracias. Nos vemos, Caro”. Lo ví ponerse derecho, pasarse los dedos por el pelo y salir caminando con actitud ganadora. Y yo me quedé ahí parada, sintiéndome una pulga post abrazo y con el corazón contento.

miércoles, 8 de julio de 2009

El Silencio Tiene Cara de Mudanza

Hace exactamente once días dejé de escribir. Hace once días dejé de pensar, de trabajar concentrada, de hablar con mis amigos, de mirar el techo (que me encanta!), de ver series y películas, de leer un libro, de ir a terapia, de investigar internet.

Me mudé y fue tremendo. Hacía tiempo que no estaba tan cansada. Siento que se me cayó la cara. Y los pedacitos están en el piso pero tengo fiaca y me duele tanto el cuerpo que prefiero quedarme, solo por un tiempo, sin cara.

Terminamos con la mudanza el domingo pero aún no volví a mí. Este movimiento conlleva tantos cambios, decisiones, pérdidas elaboradas que entonces el cansancio es doble. La verdad es que siento que envejecí cinco años. Pero lo peor es que estoy convencida de que ese lustro es irrecuperable.

Después de diez días, ayer a la noche tuve un encuentro con mi amiga Andrea. Necesitaba divertirme. Yo no sonrío mucho porque directamente me río a carcajadas y entonces las lágrimas de risa me estallan todo el tiempo. Así que ayer estuve dos horas llorando de risa. Fue genial! Y, paradójicamente, recién hoy tuve la necesidad de escribir, de proyectar algunas cosas de trabajo, unas salidas con mis hijos, una salida con Aníbal, de leer algunos blogs amigos.

Me desperté numérica y hago cuentas probablemente sin sentido. Conté tantas estupideces! Entre otras cuentas, evalué que este blog lleva un mes y medio y sólo bajé dos kilos! Y la verdad es que no hice mucho. Ni siquiera estoy caminando!!! Es probable que empiece a proyectar mi asistencia a un grupo nuevamente. Aunque con esto de la gripe A me pregunto si habrá. Porqué no puedo cerrar los ojos y tener ocho kilos menos!!!!! Porqué en lugar de la cara, no se me caen esos kilos de más! Eh? Eh? EH?!

En estos once días se murió Michael, perdieron los K; ganó De Larvaez (larva menemista); el virus se propagó y el sistema de salud colapsó; las vacaciones de los niños serán eternas además de aisladas; se suspendió La era de Hielo 3… Pasaron demasiadas cosas. Y sólo pasaron diez días y mi silencio. Acabo de salir del coma. Necesito unas sesiones kinesiológicas. Unos masajes en mis neuronas, calor en mis emociones y láser en mi cintura.

Y esta vez estoy convencida de que puedo permitirme empezar a ser yo misma otra vez el día lunes. Me lo merezco.