lunes, 23 de noviembre de 2009

Abducida

Hubo una serie que hacía referencia a la abducción. En inglés era “Taken”, pero el castellano ridículo de las distribuidoras la bautizó en Latinoamérica como "Abducidos". También hay un corto muy divertido de Pixar que ilustra esta fantasía extraterrestre. El punto es que para explicarme a mi misma porqué abandoné el blog por casi veinte días se me representó este concepto.

Fui tomada por la adrenalina. Recaí una vez más en el estado desenfrenado que más me gusta y que más odio. Ese que me permite cumplir con todo y todos. Fueron días de exceso de trabajo, responsabilidades, eventos, charlas, fiestas escolares, madrugones tremendos y desvelos insoportables. Días que no me hacen bien pero que manejo de taquito porque son demasiado conocidos.

Pasaron dos cosas para que tomara conciencia; para que retornara a mis espacios elegidos. La primera es demasiado triste y no tiene sentido contarla acá.

Y la segunda es que con A. cumplimos 12 años de convivencia el 7 de noviembre. La pasamos genial durante el festejo y nos reelegimos una vez más después de una crisis sorteada vía amor y terapia de pareja. El punto es que en el medio del festejo, Aníbal me sorprendió con una serie de regalos que finalizaban con una carta que me invitaba a casarme con él. Sí. Leyeron bien y, aunque nunca creí que alguien fuera a pedirme matrimonio formalmente, me gustó y por supuesto dije que sí. Me di cuenta de que mi supuesta pose de chica anticursi puede flaquear ante propuestas matrimoniales.

Cuando terminamos de festejar, hablamos de la fecha y pensamos en que la primavera del año que viene podría ser viable. En realidad queremos casarnos para festejar y para que nuestros hijos festejen con nosotros. No queremos una fiesta en la que los novios se transformen en muñecos de torta. Odio esas fiestas. No entiendo cómo la gente no siente un poco de vergüenza ante tanto protagonismo. No entiendo al vals ni que tiren a los novios por el aire; no comprendo el tema meloso de la noche, ni que el novio se ponga un gorro brilloso de River para danzar al ritmo del fatídico carnaval carioca. No logro conectar con esas cosas.

Sí, en cambio, me parece que está bueno hacer una ceremonia (sin religiones de por medio) celebrando nuestro compromiso con una fiesta pequeña en la que se coma muy rico, se tome buen vino y se baile muuucho con música increíble. Eso es lo que queremos.

Ahora bien. Cualquiera que comparta mis delirios de Dieta Club diría “ahora tenés el objetivo perfecto para llegar a tu peso”. Sin embargo amigos y amigas hace exactamente veinte días que he sido abducida por lo dulce y lo salado (ni siquiera tengo preferencias entre uno u otro). No puedo parar de comer pensando en mi atuendo, en mi pelo, mi maquillaje, el futuro y en mi culo. Y no se me ocurre mejor cosa que hacerlo crecer aún más.

Será que la palabra “casamiento”o “señora” me dan miedo? Es cierto que en mi inconciente la adultez y las señoreces son directamente proporcionales a lo aburrido pero también sé que esas sentencias tienen que ser desterradas. Por otro lado, Aníbal es el hombre que puede descubrirme como nadie, es el que posee el modo perfecto para lidiar conmigo. Será que me asusta la firma ante la justicia? Lo digo y me dá piel de gallina. O será que en realidad fui abducida por mi inconciente? Eh????????

miércoles, 4 de noviembre de 2009

El imperdible reencuentro con Alejandro

Alejandro es un ex compañero de Dieta Club. Yo dejé de ir hace tiempo pero nuestra amistad continuó. Un tipo adorable, fanático de Star Wars, agudo pero con muchísimos problemas de autoestima. Desde el día 1, él y yo nos tratamos de usted.
Alejandro es una de las personas más cordiales que conozco. Y sus abrazos siempre me hacen sentir bien. El 25 de octubre me llamó para mi cumpleaños, me felicitó, me hizo las preguntas pertinentes y luego quedamos en vernos en el bar de siempre. Ayer a las 17 hs. nos encontramos, café con leche de por medio.

Alejandro: Mi queridísima Caro! Usted cumple años pero cada año está mejor!! Feliz cumpleaños amiga!
C..: Estimadísimo! Usted siempre tan atento. Cómo le va? Cuántas ganas tenía de verlo! Escúcheme, quiero que me lo cuente todo. Soy toda oídos.
Alejandro: Le brillan los ojos… Dígame, qué quiere que le cuente?
JuC..: Usted sabe perfectamente a qué me refiero. Un pajarito me contó que está enamorado.
Alejandro: Me parece a mí o el pajarito es una pajarita transformada en una urraca parlanchina que no deja de hablar acerca de la vida de los demás?
(Alejandro se refiere a una compañera insoportable que sufre del mal del chisme)
C..: Bingo! Fue ella! Pero usted no se preocupe porque le dije que ya lo sabía y que me parecía descortés de su parte que se lo contara a cualquier pelandrún que se le cruzara por su avaro camino.
Alejandro: Epa, hasta a mí me dolieron sus palabras.
C..: Y bueno, si se mete con los que quiero está sonada. Pero más allá de la urraca, usted me tiene que contar. Lo escucho. Soy Luisa Delfino.
Alejandro: Hace unos meses entró a la empresa en la que trabajo María como contadora. Desde el momento en que me la presentaron no pude quitarle mis ojos de encima. Pero María era un imposible para mí. Linda, simpática, inteligente, una voz tipo Betty Elizalde impresionante!
C..: Betty Elizalde? Su modernidad me aja el alma.
Alejandro: La cosa es que estaba tan convencido de que era un imposible que me relajé y fui yo mismo, el que sociabiliza a partir del humor. Mi objetivo era ser su amigo.
C..: Me hizo caso y aprovechó su actitud!
Alejandro: Amiga, pero juro que lo hice desde la mediocridad, la espontaneidad. Si hubiera sabido que tenía una chance, me hubiera esforzado de una manera… digamos… de una manera…
C..: Disculpe pero usted ya lo dijo… de una manera forzada
Alejandro: Probablemente, seguramente usted tiene razón. El punto es que empezamos a almorzar, a compartir momentos, intercambios de música, cine…
C..: (emocionada) Así se empiezaa!! Siempre!!! Con el intercambio cultural!
Alejandro: Sigo relatándole. Un día me invitó a comer a su casa porque iba a cocinar recetas armenias. Yo fui, como un tonto, pensando que me había invitado junto a varias personas más. Pero no, cuando llegué había velas, un ambiente querendón, y María totalmente hermosa. Entiende?
C..: Hermosa para usted. Con el ambiente querendón para usted.
Alejandro: Eso mismo. Nunca nadie había hecho algo así para mí. Y la verdad es que cuando registré lo que estaba pasando no lo podía creer. Tuve diálogos inocuos conmigo mismo.
C..: Dígame que reaccionó por favor!
Alejandro: Ella me hizo reaccionar. Me dijo que me sentara, empezamos a comer. Ay, Caro qué platos tan calóricos! Esa semana no me pesé!
C..: Jajajajajaj, pero escúcheme qué le importa! Después de semejante muestra de amor que todos los Cormillot se metan las dietas en el cónclave argentino.
Alejandro: Comimos y de pronto se sentó a mi lado. Me tocó la cara con sus manos y me besó.
C.: Estoy a punto de suspirar diez veces seguidas.
Alejandro: Desde ese momento fui yo el que no dejó de suspirar. Fueron tres meses hermosos, gloriosos, llenos de amor, belleza, caricias y sexo. Hacía tiempo que no tenía tanto sexo seguido.
C..: Por favor acostúmbrese! Que el sexo es demasiado necesario en esta vida ingrata.
Alejandro: Ahora que lo probé con constancia estoy de acuerdo con usted.
C.: Entonces, cuanto hace ya que están juntos.
Alejandro: No estamos más. Me dejó hace diez días sin muchas explicaciones. Me dijo que ella no creía en las relaciones largas, que lo nuestro había sido hermoso pero que le parecía mejor que no nos viéramos más fuera del trabajo. Y así nomás, de un día para el otro dejó de mirarme. Y ahora se va todas las tardes con el de tesorería.
C..: Dígame que es un chiste. Que ese final se le acaba de ocurrir para jugarme una mala pasada.
Alejandro: Nooo. Usted sabe que yo no soy fan del golpe bajo.
C..: Entonces estamos hablando de un perfil manipulador. De una mujer que busca enamorar personas para después dejarlos.
Alejandro: No podría confirmarlo.
C.: Déme ya sus señas particulares y datos así planeo su asesinato.
Alejandro: (tentado) Mire ahora lo que me preocupa es mi estado. Ella ya no me importa. Sentí que me iba a morir pero ahora siento que tengo que asumir lo que sucedió. Sin embargo la sensación siguiente es que nunca más voy a estar con alguien y entonces inevitablemente siento muchas ganas de comer.
C..: Pero mi amigo. El hecho de pensar en “no estar nunca más con alguien”, es una sentencia enorme. Y provoca un vacío profundo. Cómo no va a querer llenarlo. Usted tiene que entender que ésto es una experiencia y que de ahora en más tiene más conocimiento para tener más experiencias. No?
Alejandro: Usted sabe comprender a las personas. Pero cómo hago para sentirlo así de perfecto como usted lo dice…

Suspiré largo. Me levanté e intenté abrazarlo como él me abraza. Intenté decirle con mi abrazo que yo estaba ahí y que en ese momento lo iba a proteger. Volví a mi asiento. Lo miré fijo.

C.: La verdad es que no lo sé. Lo va a tener que descubrir pero para ello quizás necesite ayuda.
Alejandro: De un profesional?
C..: Claro. A mí me parece que lo de María es un síntoma y usted tiene que aprender de su enfermedad.
Alejandro: Sí. Es cierto. Tiene un teléfono?
C..: Por supuesto. Tengo el teléfono de los dos mejores que conozco.

Y ahí nomás, saqué una birome y le anoté los teléfonos en una servilleta. Como en los tiempos de antes.

Alejandro: Gracias, Caro.
C..: De nada amigo querido. Usted va a salir adelante.
Alejandro: (dando por terminado el tema) Y dígame… no le apetece un pebete de crudo y queso??

P.d. Yo sé que me salió largo pero díganme si Alejandro no se lo merece? No les cae enormemente bien????

lunes, 2 de noviembre de 2009

La Cita Perfecta

El sábado fue un gran día. El momento que A. y yo esperábamos. Los chicos se iban a casa de su abuelo y tendríamos una noche especial para nosotros. Hicimos un plan perfecto. Salir a cenar, ir al cine, tener una noche desenfrenada y dormir hasta las 12 del mediodía.

El sábado por la tarde preparamos las mochilas de los niños, les hicimos un listado de reglas, los abrazamos y besamos, les hicimos “chau” desde el balcón, cerramos la puerta y sí, nos miramos cómplices festejando en silencio. Era un momento único, no había demandas de ningún tipo, no había peleas, ni llantos. Todo era silencio, armonía y paz.

Comencé a prepararme para la noche. Me fui a depilar, me hice las manos y pies, compré ropa interior. Llegué a casa, nos bañamos. Empecé a maquillarme frente al ventanal de mi cuarto y no podía creer la cantidad de agua que caía del cielo. No dí crédito al deseo de quedarme en casa. No podía de ningún modo arruinar nuestro plan.

A las ocho de la noche, me senté frente al placard para elegir la ropa. De pronto, A. me abrazó, me dió un beso y allí mismo supe que no iríamos a ningún lado. Que aunque yo no había dicho palabra, él ya me había entendido y coincidía. La invitación se transformó en algo distinto.

Nos pusimos nuestras ropas más cómodas, miramos pelis, escuchamos música, comimos en la cama, nos emborrachamos un poco, anduvimos en paños menores por toda la casa y por supuesto que tuvimos nuestra noche desenfrenada. Lo que más me gustó fue el factor sorpresa, el plan trunco, el no controlar y dejarme llevar. Fue, sin lugar a dudas, la Cita Perfecta.